Das „Pan con aceituna“ (Brot mit Oliven und Salsa Criolla“) erinnert eher an eine Taverne, an jene alten, schönen und traditionellen Lokale, in denen man genauso viel aß wie trank.
Deshalb denken wir, wenn wir an „Pan con aceituna“ denken, an emblematische Orte wie die „Bar Carbone“ in der Innenstadt von Lima, die 1923 von einer italienischen Familie gegründet wurde und in ihren fast 100 Jahren Journalisten und Politiker, Künstler und Bürokraten, Fromme und Ungläubige verköstigt und bewirtet hat. Und natürlich freuen wir uns auch, wenn wir an das „Juanito“ denken, jene Barranquino- und Bierbar, die das bohemische Lima zu seinem Zentrum der ständigen Pilgerschaft gemacht hat. Oder die Taberna Queirolo, aber nicht die im Pueblo Libre, sondern die auf der Jr. Quilca, menschlicher, proletarischer, künstlerischer, wo noch die Gläser und das Lachen erklingen und vor allem die Verse der Mitglieder der Bewegung Hora Zero, die in den 70er und 80er Jahren die peruanische Poesie mit Leben, Urbanität und Menschlichkeit erfüllten.
Denn während der „Chicharrón“ das Volk zusammenbringt und der „Jamón del país“ die Sybariten, übt das „pan con aceituna y criolla“ magische Anziehnungskraft auf die Kunst aus: Es ist wohl das poetischste Gericht der peruanischen Küche. Deshalb sollte es als bohemische Kreation immer von einem kühlen Bier oder einem Wein mit Geschichte begleitet werden.
Spanischer Originaltext
Pan con aceituna
Más que de carretilla, el pan con aceituna y salsa criolla es propio de una taberna, de aquellos viejos, hermosos y tradicionales bares donde se comía tanto como se bebía.
Por eso, cuando pensamos en pan con aceituna y criolla, a nuestra mente vienen lugares emblemáticos como el Bar Carbone, en el Centro de Lima, fundado por una familia italiana en 1923 y que, en sus casi 100 años, ha dado de comer y beber a periodistas y políticos, artistas y burócratas, píos e impíos. Y, claro, también nos alegramos pensando en el Juanito, ese bar barranquino y cervecero al que la bohemia limeña ha transformado en su centro de peregrinación constante. O acaso la Taberna Queirolo, pero no la de Pueblo Libre sino la del Jr. Quilca, más humana, más proletaria, más artística, donde aún resuenan los vasos y las risas y, sobre todo, los versos de los integrantes del movimiento Hora Zero, que en los 70 y 80 llenó de vida, urbe y humanidad a la poesía peruana.
Porque si bien el chicharrón congrega al pueblo y el jamón del país al sibarita, el pan con aceituna y criolla tiene el don de atraer al arte: debe ser el plato más poético de la cocina peruana. Por eso, como creación bohemia debe ser siempre acompañada por una cerveza fría o por un vino con historia.